El periodismo colombiano será uno de los grandes perdedores de la campaña política electoral que termina el próximo domingo.
El manoseo de periodistas y medios de comunicación ha estado a la orden del día.
El irrespeto, la agresión y el insulto llegaron a niveles desconocidos. Especialmente en contra de las mujeres periodistas.
La esposa del candidato favorito les dijo prostitutas.
De la misma campaña le pidieron a un conglomerado de medios “un periodista prestado» para que actuara como su jefe de prensa.
El otro candidato finalista, molesto porque no le gustaron las preguntas y contra preguntas de los periodistas de la TV Pública, los acusó de pertenecer a la campaña rival.
En Miami, seguidores del mismo candidato que fungían como jefes de prensa, interrumpieron una entrevista en vivo porque no les gustó otra pregunta.
Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, por igual, se declaran víctimas de los periodistas que se atreven a controvertir sus propuestas, exigirles claridad o les señalan sus contradicciones.
Los dos, Petro y Rodolfo no les conceden entrevistas a periodistas y medios que ellos y/o sus asesores consideran enemigos. Solo atienden a quienes consideran sus amigos o aceptan sus condiciones.
Los dos, cada uno en su momento, se negaron a asistir a debates convocados por medios o moderados por periodistas alegando falta de garantías.
Empresarios terminaron haciendo entrevistas y reportajes suplantando a los periodistas con el beneplácito de las campañas, los medios y los mismos periodistas.
Las universidades y los gremios periodísticos guardan silencio. O se pronuncian cuando el ofendido es un reportero o medio afín a su ideología.
La Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP que dice defender a los periodistas y la libertad de prensa es muy ágil y enfática cuando los ofendidos o atacados son periodistas de izquierda y/o cuándo los ofensores y atacantes son de derecha.
Cuando es al contrario brilla por su ausencia. 48 horas después de que se conociera que la futura primera dama les dijo putas a las periodistas colombianas aún no dice una palabra.
El debate obligado, el último episodio
Un Tribunal de Bogotá, que suele atender las peticiones de los partidos de izquierda en Colombia, les ordenó a Petro y a Rodolfo ponerse de acuerdo para debatir durante una hora sus propuestas en la TV Pública.
El Tribunal atendió entre gallos y media noche a una acción de tutela presentada por 6 seguidores de Petro, según la campaña de Hernández.
Después de un intenso forcejeo jurídico Rodolfo aceptó a regañadientes el fallo y propuso unas condiciones como se lo ordenó el tribunal.
Una de ellas que el debate sea moderado por tres periodistas mujeres, Darcy Queen, Vicky Dávila y Jessica de la Peña.
Petro que apeló a todas las formas de lucha para conseguir ese debate porque según sus asesores le conviene muchísimo aceptó.
Pero descalificó de entrada a las tres periodistas acusándolas de “hacerle la campaña” a Rodolfo.
Así, Petro avisa que llegará al debate presentándose como víctima de la imposición de las moderadoras y las reglas por parte de Hernández.
Petro nos anticipa que aprovechará cada pregunta, contra pregunta u observación que considere inconveniente para declararse un perseguido por las periodistas que están haciéndole un mandado a su competidor.
En las redes estalló la polémica. Otros periodistas, hombres y mujeres, se burlan y descalifican a las tres postuladas. Otros y otras las apoyan.
En ese forcejeo queda en evidencia que hay periodistas que tomaron partido a favor de una u otra candidatura.
A la hora de escribir este post aún no sabemos si habrá o no el debate entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández ordenado por el Tribunal de Bogotá que convirtió en obligación un derecho.
Lo que sí sabemos es que el próximo lunes o martes cuando se haga el balance de ganadores y perdedores de esta campaña electoral entre los segundos estará el periodismo colombiano que cayó, por acción y omisión en la trampa que le tendieron los políticos.
Los periodistas no fuimos capaces de hacernos respetar.
Terminamos untándonos de la misma mierda que los políticos usaron en esta campaña como su arma favorita para destruir personas en lugar de controvertir ideas.
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